El cardenal Cupich inciensa el retrato del papa Francisco durante la misa conmemorativa en la Catedral del santo Nombre el 23 de abril de 2025/ Foto: Karen Callaway/Católico
El fallecimiento del papa Francisco la mañana del lunes de Pascua a los 88 años sacudió no solamente a los fieles católicos, sino al mundo entero, mayormente los migrantes, los pobres, los olvidados de la periferia, a quienes siempre puso en el centro de su doctrina. El 23 de abril, feligreses venidos de toda la Arquidiócesis de Chicago se congregaron en la Catedral del Santo Nombre para participar de una misa conmemorativa en memoria del Santo Padre, que tuvo al cardenal Cupich como celebrante principal. Ante una catedral llena, el cardenal Cupich dijo en su homilía que “Francisco no sólo creyó sino que tuvo una experiencia palpable del Señor Resucitado; no solo creyó que Jesús resucitó de entre los muertos hace 2000 años, sino que estaba profundamente en contacto con la realidad de que el Señor Resucitado estaba obrando ahora y guiando a la Iglesia”. El legado que deja el papa Francisco es inmenso. Sus escritos, ideas y propuestas para el trabajo en comunidad fueron cruciales para conformar el programa de la Pastoral Migratoria que implementó la Arquidiócesis de Chicago y que se ha convertido en un modelo de trabajo a nivel nacional. “El papa Francisco, como arquitecto del documento Aparecida es el fundador de la Pastoral Migratoria” dijo después de la misa Elena Segura, coordinadora de la Pastoral Migratoria Nacional. La Pastoral Migratoria es fundamentalmente un ministerio de servicio, justicia y acompañamiento. “Empezamos a trabajar con él realmente desde 2008, antes de que fuera papa” dijo Segura. “Él es el fundador, básicamente. Existimos por él, él nos ayudó a entender la realidad de la comunidad emigrante en el contexto de la realidad de Estados Unidos, y poder entregarnos a Dios y a la comunidad por medio del servicio de acompañamiento y justicia. Ese es un regalo de Dios, no podría yo estar acá presente sin agradecer por su vida”. Aparecida es un documento que surgió en una conferencia celebrada en Brasil en 2007. Fue el entonces cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, quien fue elegido presidente de la comisión que redactó el texto. “Yo doy gracias a Dios que existe ese documento” dijo Segura, “que me ayudó a entender lo que es la fe; es un compromiso que tenemos con Dios, con nuestros hermanos y hermanas y con la naturaleza. Eso es lo que aprendí de él”. El joven Armando Segura, parroquiano de Santa Inés de Bohemia, vino desde La Villita a estar presente en la misa de Catedral. “Es un cambio de era” dijo Armando. “Un cambio de visión también, porque él marcó un legado hacia la comunidad más doliente, más parecido a lo que es el seguimiento de Jesús, el evangelio”. Armando Segura dijo que esa humildad se hace palpable en lo simple del ataúd del papa, pero también en el nombre que eligió, inspirado por San Francisco de Asís. “Él nos recordó que la Iglesia es un hospital y que tenemos que salir afuera” dijo Víctor Vallejo coordinador de alcance latino del Evangelio de la Vida. “Entonces, este acercamiento que él tenía con la gente, el ejemplo que nos dejó, su amor por Jesús, me ha impactado mucho” agregó Vallejo, “ha cambiado la manera en que yo hago mi ministerio y estoy en deuda con él por tanto amor que nos enseñó”. Entre los asistentes a la misa estuvo el diácono Floro Ita, de la parroquia Maternity BVM que se ha unido con otras dos para formar la iglesia San José Sánchez del Río. “Es una tristeza” dijo el diácono Ita, “fue un gran hombre que nos enseñó mucho en nuestra fe, cómo seguir a Cristo, poner los ojos en Cristo. Me gustaba su forma de ser porque él siempre estuvo con la gente más pobre, nos demostró su humildad, que es lo principal”. “Es un momento de mucha gracia, a pesar del dolor” dijo Daniel, hondureño de visita en Chicago, “él mismo lo dijo hace tiempo en uno de sus libros: ‘la muerte no es el fin, es el paso a una mejor vida’. Él está celebrando ya su Pascua eterna con el Señor”.