El espíritu de la generosidad y la bondad me acogió en los inicios de mi trayectoria aquí en Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Chicago y reforzó mi fe en haber encontrado un hogar. En 2010, apenas dos meses después de incorporarme al trabajo, mi padre falleció. Era una empleada recién llegada. Mis compañeros de trabajo y yo apenas nos conocíamos. Nunca olvidaré el momento en que entré en la sala donde se celebraba el funeral de mi padre. La mitad de los asistentes eran empleados de Caridades Católicas. Al sentir tanto compañerismo y cariño, de inmediato supe que no se trataba de un empleo ordinario. Se trataba de una familia. Aquí sigo desde entonces. Uno nunca olvida cuando el prójimo ofrece su apoyo durante los momentos más devastadores en la vida. Ese compromiso es el corazón y el alma de Caridades Católicas. Tenemos el privilegio de acompañar a quienes enfrentan dificultades, de ayudar a iluminar el camino a seguir. La generosidad y la bondad alcanzan cada rincón de nuestra labor en Caridades Católicas, y tengo la bendición de sentir un asombro auténtico en mi trabajo a diario. Nuestros clientes me asombran. Muchos acuden a nosotros en los momentos más desesperados de sus vidas. Necesitan servicios de emergencia: alimentos, ropa o vivienda. A pesar de sus circunstancias adversas, transmiten alegría y bondad. Nos reciben con una sonrisa. Muchos han orado por mí. Considero un honor poder acompañarlos en el camino. Nuestro personal y voluntarios inspiran asombro. Gestionar sistemas complejos y en constante cambio día tras día puede presentar retos, en particular cuando están en juego la vida y el sustento de nuestros clientes. Nuestro equipo sencillamente no se rinde. Trabaja sin descanso hasta resolver el problema en cuestión. Afronta su trabajo, su propósito, con energía, compasión valiente, empatía y respeto. Me asombran nuestros socios, tanto privados como públicos, que comparten nuestro sentido de la responsabilidad para ayudar a transformar sistemas y mentalidades. Nos brindan su colaboración para analizar qué programas y servicios son los que mejor funcionan, y en qué aspectos podemos innovar para atender las necesidades con mayor eficacia. En todas nuestras operaciones, y en todos nuestros colaboradores, el compromiso de servir es inquebrantable, aun cuando enfrentamos adversidades: a través de una pandemia, de cambios organizacionales, con recursos limitados. Sin importar las circunstancias, nuestros clientes y comunidades confían en que prestaremos nuestro apoyo. Siempre he sentido un especial cariño hacia las personas mayores. De hecho, fueron una de las principales razones de que eligiera esta vocación. Crecí en una familia que daba ejemplo de servicio a nuestros mayores. Nos aseguramos de que mis abuelos estuvieran siempre bien cuidados. Se me educó para apreciar su sabiduría y su experiencia. Para muchos de nosotros, particularmente en la comunidad afroamericana, nuestros mayores establecieron los cimientos que nos permitieron ascender. Desde los inicios de mi carrera, como coordinadora de cuidados que hacía visitas al hogar para ayudar a conectar a las personas mayores con los servicios que necesitaban, supe que trabajar con los mayores era mi vocación. Mi equipo comparte este profundo compromiso hacia las personas mayores. Un acontecimiento inesperado el pasado verano reforzó este compromiso, así como la importancia de las colaboraciones. Nuestro mayor complejo residencial para personas de la tercera edad se quedó sin electricidad tras una fuerte tormenta de verano. Nos movilizamos de inmediato para atender a 170 residentes mayores que se encontraban en riesgo debido al corte de electricidad. Integrantes de todas las áreas de nuestra organización entraron en acción y subieron varios tramos de escalera en la oscuridad y el calor sofocante. Permanecimos allí por más de 12 horas para asegurarnos de que cada uno de los residentes se encontraba seguro y cómodo. Varias agencias externas, como la oficina local de la alcaldía y los cuerpos de policía y bomberos, unieron fuerzas. Funcionarios municipales nos trajeron botellas de agua, un generador y ventiladores industriales para habilitar un centro de enfriamiento. Todos aunaron esfuerzos, unidos en un propósito común. Me asombró ver a nuestra comunidad juntarse para prestar ayuda. Esa jornada fue solo un ejemplo de la compasión valiente que me impulsa a diario. Cada uno de los integrantes y voluntarios a través de nuestra agencia ayudan a brindar un apoyo imprescindible a las personas, mujeres, niños, mayores y familias que encaran retos como la pobreza, los problemas de salud mental y la vivienda. Juntos, ayudamos a gestionar situaciones difíciles y facilitamos el acceso a recursos. Nuestra organización representa una red de protección para más de 370,000 personas vulnerables cada año. Sencillamente no podemos realizar esta labor sin socios como los que colaboraron durante el corte de electricidad, sin nuestro extraordinario equipo y sin personas compasivas como usted. La colaboración nos ayuda a trabajar de forma más eficiente y nos permite consolidar recursos, compartir la pericia para abordar asuntos complejos y mejorar la coordinación de servicios, todo lo cual nos lleva a mejores resultados para las personas que encaran circunstancias difíciles. En Caridades Católicas, el trabajo que realizamos y la gente que lo realiza me recuerdan a diario que estamos aquí para ayudar. Estamos aquí para cuidarnos unos a otros. Una y otra vez, he presenciado con asombro el poder de la comunidad. Cuando nos sumamos para trabajar con amor y con el deseo de servir, somos imparables. Gina Cleggs es vicepresidenta sénior de Personas Mayores y Vivienda para Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Chicago, recientemente fue nombrada como una de las Mujeres de Excelencia 2025 por la publicación Chicago Defender. Caridades Católicas se asocia con personas y organizaciones impulsadas por su misión para atestiguar la misericordia y la esperanza a un mundo necesitado. Infórmese en catholiccharities.net.